Rehabilitación energética o cómo ahorrar energía haciendo obras

Rehabilitación energética

Siempre que emprendas una obra o mejora en tu hogar, deberías plantearte cómo afectará al gasto de energía. También, si está de tu mano, deberías elegir aquellas acciones que te ayuden a disminuir realmente ese gasto.

El término “rehabilitación energética”, tan de moda últimamente, consiste en conseguir que el gasto energético disminuya una vez terminada la reforma.

En esta línea, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo ha apostado por un Programa de Ayudas para la Rehabilitación Energética de Edificios Existentes ya que es más viable mejorar el ahorro si la rehabilitación se realiza al edificio completo. Las subvenciones se han centrado en la edificación residencial ya que esta supone el 30% del consumo de energía en España.

Las actuaciones que suelen llevarse a cabo son la rehabilitación de fachadas, de cubiertas o cambios en las instalaciones. Todas ellas se enmarcan dentro de las cuatro líneas de actuación de las ayudas: mejora de la eficiencia energética de la envolvente térmica, de las instalaciones térmicas y de iluminación, sustitución de energía convencional por biomasa en las instalaciones térmicas y por energía geotérmica en las instalaciones térmicas.

Estas acciones de rehabilitación, además de mejorar la eficiencia energética, ayudan a rehabilitar edificios antiguos y a regenerar barrios cada día más deteriorados. Muchas de ellas, permiten ahorrar un 30% de la demanda de energía por calefacción y refrigeración gracias a mejorar el aislamiento, centralizar los sistemas o implantar energías renovables.

Obras más frecuentes de rehabilitación energética

De todas las mejoras que pueden llevarse a cabo, las más habituales son las referentes a la envolvente, es decir, instalar nuevo aislamiento térmico en fachadas o cubierta. Por ejemplo, instalar un sistema SATE.

El sistema SATE consiste en extender un aislamiento por el exterior de la fachada sin necesidad de eliminar el enfoscado actual de la vivienda o edificio, por lo que no se disminuye la superficie interior. Su principal característica es que actúa envolviendo por completo el edificio, sin discontinuidades, reduciendo la totalidad de los puentes térmicos.

Esta actuación permite reducir en un alto porcentaje el intercambio de calor con el exterior, lo que se traduce en un ahorro del 30-40% del consumo energético, tanto de calefacción como de refrigeración. Esta reducción del consumo ayudará a que la amortización de la inversión realizada esté en torno a los 5-10 años.

Un factor muy importante de la envolvente es determinar qué sistema se quiere utilizar en los huecos de la fachada, es decir, las ventanas. Las ventanas son el aliado perfecto con el sistema de aislamiento térmico para evitar el intercambio excesivo de calor con el exterior o las infiltraciones de aire exterior.

Unas buenas ventanas, por ejemplo con marcos de PVC y vidrios dobles bajo emisivos, evitarán que en invierno se pierda el calor utilizado para calefactar la vivienda y, en verano, se pierda el frio conseguido con el aire acondicionado.

La inversión de las ventanas suele ser elevada, pero su vida útil es de unos 50 años. Por tanto, si las ventanas utilizadas permiten aislar correctamente el hueco de la fachada podemos disminuir la demanda de calefacción y refrigeración hasta un 40%, lo que permitirá una amortización relativamente rápida de la inversión.

Atendiendo a las instalaciones de calefacción o de calefacción y agua caliente sanitaria, la medida de ahorro más habitual es sustituir las calderas antiguas por calderas de alto rendimiento energético. Por ejemplo, sustituir una caldera mixta atmosférica, cuyo rendimiento ronda el 80-85%, por una de condensación, cuyo rendimiento puede alcanzar el 101-102%. Esto supondría un ahorro anual de consumo energético de unos 400-500€, sobre todo en zonas con inviernos más duros.

Es importante saber que ciertas obras, como el aislamiento térmico en la fachada o en comunidades con calefacción centralizada, deben tener el consentimiento de la comunidad de vecinos y, aunque se trate de la mejor medida, puede resultar tedioso ponerse de acuerdo.

Como conclusión, antes de realizar una rehabilitación, es importante saber qué aspectos de nuestra vivienda queremos mejorar o cuáles son los más susceptibles de mejorarse en función a la inversión que deseamos hacer.

Aunque esté banalizado, el certificado energético puede ser de gran ayuda a la hora de determinar cuál es el elemento prioritario a intervenir, cuáles son las carencias de tu vivienda o qué sistemas producirán ese ahorro tan deseado.

Fuente: Certicalia